La reliquia y el espacio urbano

El urbanismo de la ciudad también dio respuesta a las necesidades planteadas por la peregrinación, pues se requería espacios abiertos con suficiente entidad para acoger a los cientos de peregrinos que llegaban particularmente en agosto. Las lonjas norte y sur, la plaza del Mercado, a las espaldas del templo, y, sobre todo, la plaza de Santa María, fueron los espacios que acogieron a propios y extraños que acudían a ver y tocar al Santo Rostro y recibir su bendición.

Hasta el siglo XVIII, las fuentes subrayan la gran cantidad de fieles que llenaban desde muy temprano la catedral cada 15 de agosto e invadían los espacios abiertos del entorno, especialmente la plaza de Santa María, así como los tejados, azoteas e, incluso, el cerro de Santa Catalina, donde se enclava el castillo.